Una de mis tentaciones favoritas consiste en querer “saberlo” todo y” tenerlo” todo bajo control.
El mes de Abril es un mes raro en mi calendario particular, es en este mes cuando me ocurren las cosas mas inverosímiles, buenas y malas, aunque ganan las ultimas por mayoría. Y en este momento de mi vida, Abril para mas INRI, parece como… si el universo, mi karma, el destino, mi casera, mi abogado, mi madre, mi ex, la perra, mi jefe y el hombre al que quiero, se hubieran puesto de acuerdo para hacerme sentir que estoy en la cresta de la ola mas grande del océano, subida en una tabla de surf sin monitor y sin puñetera idea de como mantener el equilibrio. Lo único que veo es mi corazón saliendo y entrando por la boca a un ritmo endiablado y una enorme extensión de agua frente a mí. No me importa tragar agua, ni el golpazo que me voy a dar, no me importa perder hasta los dientes en el intento de alcanzar la orilla sana y salva, lo que me aterroriza es que después de tanto esfuerzo no haya nadie esperándome en la playa. ¡Vaya! No es que espere aplausos cuando alcance la orilla, ni collares de flores, es mas bien esa alegría que sientes cuando después de un gran esfuerzo alguien “especial” te coge la mano y te ayuda a salir los últimos metros. Pero se que no será así, y además se que no debería ser así, ¡esta vez no!. De algo me tiene que servir esta lección, y puestos a poner final feliz debería ser la tía autosuficiente que alcanza la orilla se pone la tabla debajo del brazo y mirando la ola como se deshace en espuma se gira hacia tierra a dentro y con paso seguro se adentra en su nueva vida.
El sepulturero y el crimen de la cripta (Oliver Pötzsch)
Hace 1 semana
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