William Faulkner decía que los sabios tienen sueños lo bastante grandes como para no perderlos de vista mientras los persiguen.
Soy de las que piensa como tantos otros que, el destino del ser humano depende de la grandeza de sus sueños, independientemente de si trata o no de cumplirlos. El problema radica en muchas personas dejan de soñar a medida que dejan de ser niños. Por suerte algunos hombres y mujeres siguieron soñando después de la pubertad. Alguien tuvo el sueño de volar y volamos, de llegar a la luna y llegamos... El sueño de libertad, de comunicarse en la distancia, de ver en la oscuridad, de bajar al fondo del mar, alguien sonó una música conmovedora o unas pinturas...y ellos u otros hicieron esos sueños realidad.
Yo llevo sobre mí el estigma de la soñadora empedernida, solo que mis sueños son pequeñitos y a veces se me pierden entre las sabanas o se me escurren entre los dedos, otras veces no puedo controlarlos porque son muchos y se van con otros y cuando me doy cuenta ya me han abandonado. Esta circunstancia personal me proporciona una fuente inagotable de disgustos. Un días si y otro también, escucho a los que me quieren decirme que "deje de soñar". No entienden que no puedo, soy así, es como pedirle al escorpión que deje de picar. Mis sueños son lo único que realmente me pertenece.
Quizás el secreto, la solución a mi problema, la chispa de sabiduria que me falta, esté en aprender como alimentarlos para hacerlos crecer.
Este post se lo dedico con todo mi cariño a Monna http://monnasan.blogspot.com/ que se olvido de la crisis para perseguir sus sueños.