A veces, cuando algo nos deja, se nos forma un hueco enorme entre las tripas y el pecho, un hombre podría meter en él la cabeza y sacarla por el otro lado de tu cuerpo. Es como un balazo de cañón, crees que es un agujero demasiado grande, crees que no lo soportaras, pero sigues respirando, subes y bajas escaleras, te duchas y vas a trabajar, haces la compra, planchas , vas al cine y al gimnasio, haces lo que sea, vas a donde sea, solo por no dejar de caminar, por creerte vivo...
La gente te mira por la calle y tu estas segura de que todos pueden ver el enorme agujero que separa el pecho de tus tripas, incluso tu misma no te explicas por qué no se desparraman todos tus fluidos, pero esta ahí, sin quitar ni poner nada, llenandote de vacio el cuerpo y el alma....Y si te fijas atentamente de vez en cuando te cruzas con otros ojos que tienen el mismo miedo, ellos también viven con un enorme agujero justo debajo del pecho.
A mi me ha ocurrido que paseando por el parque, algún pájaro despistado se ha colado en él y me ha pasado por el medio, aunque al girarme no fui suficientemente rápida para comprobar que el pájaro salia por el otro lado y solo me queda suponer que quizás se perdiera en un vacio interminable, quizá el pájaro volara a la velocidad de la luz o saliera de mi en otro lugar y otro tiempo...
Pasan los días y te olvidas de que vives con un enorme agujero entre las tripas y el pecho, después la vida despacito, sin hacer ruido, como en silencio, te enseña que tenía que ser "tan grande" para dejar sitio a lo que había de llegar. Y lo que llega es distinto, pero es grande y es bueno.